La Torre del Reloj se había convertido en el santuario de Barbara Gordon desde que perdió la movilidad en las piernas. Era su punto de observación, su faro. Y eso era mucho más que cualquier otra posesión que pudiera tener. Años atrás, Barbara Gordon había combatido al lado de Batman y Robin, convirtiéndose en la tercera fuerza enmascarada de Gotham bajo el seudónimo de Batgirl. Para ella todo había empezado como un juego, y aún hoy tenía que reconocer que siguió siéndolo hasta el final. Hasta la noche en que el Joker irrumpió en su casa, secuestró a su padre y le metió a ella una bala en la columna vertebral. La rehabilitación no le había servido de nada. Y aunque intentaba no pensar en ello, le dolía muchísimo que Bruce hubiera recuperado la movilidad cuando le partieron la columna y ella aún siguiese confinada a aquella silla de ruedas. Pero Barbara había heredado el carácter de su padre. Es muy difícil hacer que un Gordon se rinda. -Querías verme- dijo una voz a sus espaldas. -Pasa, Dick- respondió Barbara sin mirar hacia la ventana. Dick Grayson, desenmascarándose al entrar, se adentró en el santuario de Oráculo, como ahora ella se hacía llamar. Recibido por el constante zumbido de los disipadores y el rítmico sonido de los gigantescos engranajes del reloj, acompañado en su camino por una casi interminable hilera de ordenadores, caminó hasta la silla de ruedas sobre la que descansaba la luchadora más fuerte y con la voluntad más inquebrantable a la que jamás había conocido. -Supongo que no tienes demasiado tiempo- dijo Barbara girando su silla para encararse con él-. Ya he oído lo de la reunión. -De hecho Batman me ha pedido que te recoja, quiere que tú también vengas. -Vamos, todos sabéis que puedo enterarme desde aquí. -Lo sé, pero él insiste. Tiene el batmóvil esperando, yo llevaré a Selina en la moto. -¿Catwoman también viene? -Ha participado en la investigación. Barbara bajó la mirada por respeto. No confiaba en la gata, pero si realmente había ayudado no se merecía un prejuicio. -Prefiero quedarme aquí, la verdad- dijo ella-. Me parece que está empezando a convertir este caso en personal, y creo que tal vez le vendría bien alguien desde fuera que se lo dijese. Dick se sentó en una butaca. Inmediatamente se levantó, recogió una pila de papeles y dos discos que había sobre el asiento, los colocó sobre una mesita y volvió a sentarse. -Yo opino lo mismo- concedió-. O casi. Sé que cuando Bruce se obsesiona con un caso puede convertirse en un auténtico dolor de hue… bueno, que no se convierte en el hombre más amable del mundo. Barbara sonrió por el comentario. Dick carraspeó. -Pero pienso que, si alguien va a aplicar la sensatez para hablar con él, debería intentar hablarlo en persona. Además, y si nos ponemos desde su punto de vista, verás mejor las pruebas en persona que a través del monitor. -¿Qué tienes en contra de mis monitores? -Reconoce que tendrás más movilidad si estás sobre el lugar en cuestión. A cualquier otra persona el comentario le habría parecido de mal gusto. Pero Dick y Barbara habían aprendido hacía ya tiempo a no esconderse detrás de tabúes. -De cualquier forma quiero seguir comprobando algunas de las pistas y contrastando pruebas. Dile a Batman que lo siento, pero que creo que seré más útil aquí. Además, mi padre viene mañana, y si tardo en volver le extrañará descubrir que su hija inválida ha pasado la noche fuera. Dick se encogió de hombros y sonrió. Eso era otro rasgo que había heredado del carácter de su padre: era testaruda como ella sola. -Muy bien. Estaremos en contacto desde la cueva. Volvió a ponerse la máscara. Nightwing salió por la misma ventana por la que había entrado, dejando a una determinada Barbara tecleando frenéticamente al ordenador. En algún rincón en medio de aquél caos ordenado, aún había una foto de Dick y Barbara.
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